Un juego en el que las instrucciones están puestas a favor de uno de los jugadores, en donde siempre ganan y pierden los mismos. Aquél que no da lugar a: ¿Querés jugar?, simplemente, se juega. Comienza la partida y se avanza guardando el secreto. Sólo los participantes conocen las reglas y el desarrollo. La culpa y el miedo son las piezas claves. La fuerza e inteligencia en competencia con el vacío y la desolación. Van apareciendo pistas, señales, marcas y silencios. Un perfecto desequilibrio entre inocencia e impunidad. Una palabra que no se pronuncia, un gesto que no se ve, un tema del que no hay que hablar. Mientras el mundo se vuelve opaco y la integridad vulnerable, los instantes, eternos.
Un juego de grandes, con piezas de chicos, que ningún niño o niña quiere jugar. Nuestro deber y compromiso como adultos es detectarlo y actuar en consecuencia, ya que, de esa manera, estamos SALVANDO INFANCIAS.